La relación con mi cuerpo

La relación con mi cuerpo ha sido difícil, en buena parte porque, desde muy poco antes de mi nacimiento mismo, empezaó ya a quedarse fuera de lo que se suele considerar como el funcionamiento "normal" de un cuerpo. Nací por cesárea y salí azul por la falta de oxígeno. Fue una forma estupenda de empezar a manifestar mi Urano y mi Plutón en conjunción, ambos, con mi Ascendente en Virgo. A los 8 meses tuve polio y mi pierna izquierda quedó un poco más corta y menos desarrollada que la derecha. A los dos años, tuve bronquitis asmática que dejó secuelas que me acompañaron casi 30 años. Y, desde no sé cuándo, y hasta los 12-13 años, viví abuso sexual en casa por parte de mi madre. Salí, pues, de la infancia y la adolescencia con mucho trabajo para hacer respecto a la relación con mi cuerpo. Ha sido, y sigue siendo, uno de los caminos de expansión de consciencia y de sanación escogidos por mi alma para esta encarnación.

Sigo trabajandon con él, claro. El cuidado o el descuido de la relación con el cuerpo es una tarea que solo cesa en el momento de desencarnar, pero algunas cosas las tengo muy claras ya. Entre ellas, lo que mi cuerpo, para mí, es:

• El templo del alma. Cuando reencarnamos, nuestra alma viene a traer al mundo físico una parte de sus atributos espirituales. Para eso necesita nuestro cuerpo para, a través de él, interactuar con nuestro entorno.
• El punto de encuentro entre las energías del Padre Cielo y de la Madre Tierra. Nuestro cuarto chakra, el chakra del corazón, es el punto en el que esas energías se encuentran y se funden en nosotros. Podríamos decir que nuestro cuerpo es la extensión descendida del Cielo y la extensión ascendida de la Tierra. El proceso de Ascensión a la 5ª Dimensión es, por una parte, un proceso de bajada del Cielo a la Tierra, de la manifestación en este plano del propósito del alma y, por otra, la progresiva elevación de nuestra vibración hasta alcanzar un estado de consciencia que esté más allá de las programaciones de separación, dualidad, dependencia y sufrimiento.
• El vehículo de diferenciación de la manifestación material de las energías masculina y femenina. Y, al mismo tiempo, el vehículo para el reencuentro y la fusión en un nuevo Todo de esas mismas energías.
• La fusión de los cuatro elementos constitutivos del Universo: agua, fuego, aire y tierra. La Medicina Tradicional China y las culturas que siguen en contacto con su sabiduría indígena saben esto muy bien.
• El punto de contacto, de interacción, entre nuestro mundo interior y nuestro entorno exterior. Nuestro cuerpo nos permite expresar todo lo que hay dentro de nosotros, con palabras, silencios, movimientos, gestos, expresiones faciales y sonidos, y también a través de todo aquello que generamos y creamos con nuestro cuerpo.

¿Cómo no vamos a necesitar cuidar nuestro cuerpo? Pero la cuestión no es que lo cuidemos solo porque necesitamos cuidarlo, sino que lo hagamos también porque lo aceptamos y amamos por lo que es y por cómo es. Esta última parte resulta especialmente difícil como consecuencia de los muchos condicionamientos adquiridos en los que solemos basar nuestra relación con el cuerpo. Hay una tremenda presión social para imponer y reproducir, por ejemplo, unos estándares de belleza completamente artificiales y contrarios a la idea de una vida vivida en armonía, equilibrio, y desde un profundo respeto hacia nuestras energías masculina y femenina. Todo lo relacionado con el mundo de la moda, la cosmética, la manipulación de cualquier tipo del cuerpo para forzarlo a ser lo que no es nos aleja, si nos enganchamos a ello, de nuestra relación auténtica, amorosa con nuestro cuerpo, porque destruye nuestra capacidad y nuestra voluntad incluso de aceptarlo tal como es y por lo que es. Sitúa el punto de referencia de nuestra relación con nuestro cuerpo fuera de nosotros, y la vivimos desde nuestra mente y desde la distorsión emocional que es resultado de todas esas distorsiones externas que se nos imponen.

En relación con esto, vale la pena mencionar la abrumadora sexualización de las relaciones personales, del lenguaje, y de una gran parte de los mensajes con los que somos bombardeados desde fuera de nosotros. Si quieres, puedes hacer una prueba. Durante unas horas, haz un recuento de todos los anuncios publicitarios (en la calle, en la televisión, en revistas y periódicos, en internet…) y programas televisivos o cinematográficos que veas en los que haya alguna referencia, explícita o implícita, directa o indirecta, al sexo. Es importante que nos hagamos conscientes de hasta qué punto interiorizamos todos esos contenidos que vemos fuera de nosotros hasta llegar a convertirse en patrones de pensamiento, valores, actitudes, emociones, acciones incluso, que están en nosotros y salen de nosotros, creyendo que son nuestras y que responden a lo que la vida realmente es. Y no es así. Hacernos conscientes de esto puede ayudarnos también a empezar a entender por qué más de la mitad de las mujeres y más de un tercio de los hombres sufren, en algún momento de su vida, alguna forma de abuso sexual.

La relación entre una persona y su cuerpo es responsabilidad exclusiva de esa persona y, por lo tanto, es su derecho y también su deber para consigo misma cuidar al máximo esa relación, en todos sus aspectos: higiene, salud, alimentación, aspecto, vestimenta, equlibrio energético, etc.
El tema de la alimentación es especialmente importante. Se dice que “somos lo que comemos” y tiene sentido, porque todo aquello que introducimos en nuestro cuerpo se convierte en parte de él. Pero también podríamos decir que comemos lo que decidimos ser en cada momento. Respecto a esto, te invito a practicar un sencillo ejercicio de auto-indagación interior. Cada vez que comas o bebas algo, pregúntate qué relación estás teniendo contigo mismo y, por extensión, con tu cuerpo, en ese preciso momento.

Y tú, ¿cómo te sientes respecto a la relación que tienes con tu cuerpo?

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