La salida está en ti

Los primeros años de esta vida fueron muy duros, centrados en la casi absoluta pérdida de poder del niño que fui. Mi alma eligió la familia que eligió precisamente para eso, para vivir, junto con el amor que me dieron, el abuso físico y el abandono emocional en un grado suficiente como para llegar a sentirme absolutamente solo en el mundo desde los primeros años. Desde entonces, mi vida, la vida de mi personaje encarnado, ha sido un largo viaje de recuperación progresiva de todo ese poder perdido desde el principio.

Todo lo que he vivido hasta ahora tiene sentido para mí. Sé, entiendo, acepto y abrazo el hecho de que todo tenía que estar ahí donde ha estado o donde está. Por el camino, he experimentado diferentes formas de pérdida de poder y su impacto en mí y en personas cercanas a mí, además de las que viví durante la infancia: relaciones de co-dependencia, ansiedad social, violencia doméstica, indigencia, discriminación, pensamientos suicidas recurrentes, la voz inmisericorde de un juez interior cruel e implacable... Son algunas de las experiencias que elegí atravesar para hacer ese recorrido desde el desempoderamiento total hasta el punto en el que estoy, y que, a veces, aún pierdo de vista, y que es tan fácil de resumir como difícil de alcanzar: nada puede conmigo. Y esto vale para todos, claro. Nada ni nadie puede conmigo, excepto yo mismo en la medida en que preste atención a las grietas que sigan resquebrajando aún, en algunos puntos y momentos, el amor hacia mí mismo, o en la medida en que deje de escuchar mi voz interna, la voz de mi alma, esa que siempre está ahí, que siempre me cuida, que nunca me derrumba, por difícil que pueda ser la verdad que me muestre a veces.

Vine a vivir una vida de servicio y, para ello, tenía que ser una vida en la que experimentara todo aquello respecto a lo que, más tarde, pudiera ofrecer algún tipo de apoyo a otras personas que atravesaran vivencias similares y se encontraran aún en puntos del camino especialmente difíciles y confusos. Y ahí estoy, siguiendo siempre con mi propio aprendizaje primero, mi propia sanación primero y, después, con lo que eso pueda aportar a otros que se puedan beneficiar de ello a la hora de seguir adelante en su camino.

Hace unos minutos he leído este fragmento de un libro de John Bardshaw que compré hace poco:

"Reenmarcar mi vida con un niño interior me ha ayudado a ver que todo en mi infancia me ha preparado para lo que hago ahora. Entendí que estaba aquí para ser yo mismo, proclamar mi libertar y ayudar a los demás a hacer lo mismo.
Para llevar a cabo esta tarea necesito todos mis años de conocimiento, todo mi trabajo de recuperación, toda mi experiencia como terapeuta y toda mi sabiduría que he adquirido gracias a mi sufrimiento y a mis errores. Con mi niño maravilloso de guía puedo que ver mi vida entera es perfecta. Mi familia disfuncional, mi padre alcohólico y mi madre codependiente, mi probreza... Todo ha sido perfecto. Ellos eran exactamente lo que necesitaba experimentar para hacer el trabajo que estoy realizando.  El niño maravilloso nos impulsa continuamente a expandirnos."

Que la visión de nuestras historias sea tan similar y que la expliquemos de forma tan parecida no tiene ningún secreto: es la vivencia común de lo que le espera a la persona que cruza el puente que le lleva desde la tierra aparentemente baldía del Niño Interior herido al valle del Niño Divino recuperado e integrado con el adulto en un grado suficiente como para adquirir esa perspectiva sentida, y poder compartirla y convertirla en el cimiento de la nueva vida.
Esa es la promesa del trabajo con el núcleo de la distorsión del ego, el Niño Interior herido, de la recuperación del Niño Divino o Niño Maravilloso o alma. Es la promesa del reencuentro con el propósito originiario, con el yo esencial sanado, portador de todos los atributos que el alma quiso venir a compartir.

No importa en qué tipo de túnel o pozo oscuro estés, ni lo que te haya llevado ahí: tiene salida, y esa salida está dentro de ti. Los recursos que necesitas, los tienes, y uno de ellos es, precisamente, la capacidad de encontrar, desarrollar y activar los que necesites y aún no tengas. Todo el sufrimiento que ves provocado por algo o alguien encontrará su fin cuando tú encuentres en ti la fuerza inmensa que tienes, cuando asumas tu poder como verdadera y únicamente tuyo, y decidas recuperarlo.

La salida está en ti. Siempre. No lo he leído: lo he vivido y lo sé.

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