En diferentes momentos del proceso de toma de consciencia del abuso y de sanación del trauma que provocó, la persona que carga con una historia de abusos se va a preguntar a quién le podría contar su historia. Encontrar dentro de uno la respuesta a esa pregunta puede que no sea fácil porque, detrás de ella, hay otra pregunta para la que no se puede encontrar respuesta hasta que uno se arriesga y da el paso: ¿qué puede pasar si le explico mi historia a esta persona?
Instintivamente, uno tiene miedo a lo que pueda pasar, porque sabe que puede pasar casi de todo, independientemente de la persona a la que se le explique la historia.
La verdad es que la reacción de los demás es imprevisible, por muy cercana que sea la persona a la que le explicamos lo que pasó. Incluso si es nuestra pareja. Escuchar un relato de abuso sexual durante la infancia no es fácil, y puede provocar todo tipo de reacciones de defensa dentro de la persona que escucha la historia. Por eso, con frecuencia ocurre que su reacción no sea la que la persona abusada que cuenta su historia desearía encontrar.
Si decides explicar tu historia, conviene que hagas lo que necesites para estar en condiciones de poder sostener una respuesta, una reacción, que suponga rechazo, frialdad, escepticismo, enfado, etc. Cuando eso ocurre, es porque la otra persona está intentando protegerse del impacto que sabe que va a tener en ella lo que acaba de escuchar.
JUSTICIA
¿Qué harán
los que aún no saben
cuando ya, por fin,
sepan?
¿Dónde se clavará
la aguja importuna
del mensaje?
¿Abrirá en su mente
un espacio insospechado,
donde puedan adentrarse
y aprender?
¿Punzará su estómago
con un ardor de vértigo,
del que quieran deshacerse
y olvidar?
¿O creerán sentirla
en el corazón,
el falso centro, el intocable,
tras el que corran
a protegerse para luego
atacar?
¿Me atacarán a mí,
mensajero impertinente
de una verdad oculta?
¿Se olvidarán de mí,
víctima y verdugo
de su paz oscura?
¿O aprenderán de mí,
al instante convertido
en su guía salvador?
En el fondo tanto da
que me aprendan,
que me olviden,
que me ataquen.
Por una vez,
y sin que sirva de precedente,
el impacto no me importa,
la intención es hoy lo urgente:
que sepan y que acepten
que soy de todos ellos dolorosa
e insospechadamente
diferente,
y que esta carga,
tan inmensa como injusta,
es ya excesiva
para mi alma que,
aunque aún joven y fuerte,
vencida está ya y exhausta.
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